El día que te mueras celebraré una fiesta.
Me pondré mis mejores galas
y encenderé una vela
por cada una de las veces
que me abusaste el alma.
Serán tantas
que la brisa propagará el fuego hasta la hoja,
la hoja hasta el árbol,
el árbol hasta el camino…
Cantaré a voz en grito
las canciones que me robaste,
bailaré con delirio extático
todos los orgasmos
que se me atraparon en el cuerpo
ante tu mirada de hiena desesperada,
ciega de vicio
pero impotente para el amor.
Cada lágrima que derramé
es ahora una bala rellena de mercurio,
por cada mentira que te creí,
construí una granada de palabras
con la que te amputaría a trocitos
los miembros de tu ego desproporcionado
y por cada nueva oportunidad que te brindé
(sin que te merecieras ni una)
me salió una garra de diamente
para destrozar tu disfraz barato
de perrito faldero.
Estoy deseando que te mueras.
Y cuando vea tus muertos venir a recogerte
les contaré todo lo que me hiciste.
Dudo mucho que, sabiéndolo,
quieran llevarte con ellos hacia la luz.
Te arrojaremos al fuego
en una jaula fabricada con el oro
con el que quisiste comprarme.
Cuando cada noche
en mis suelos de otros planos
escuche tus alaridos
mecidos por el crepitar del fuego
sonreiré con la paz arrebatada.
En una lucha terrible con las llamas
te imaginaré por siempre.
Rocío de Rolanda
(Puedes verme interpretar este poema en mi cuenta de Instagram @rocioderolanda)

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