Soy una mujer cabreada.
Como Greta Thumberg,
como las madres mejicanas
que buscan a sus hijas desaparecidas,
como Medea, Antígona, Clitemnestra,
como Lady Macbeth
Y como la Nora de Ibsen.
Soy una mujer que honra su rabia
y no la esconde.
Una mujer molesta
para todos esos señores
que nos quieren siempre
sonrientes, complacientes,
tiernas y maternales,
castradas de la fuerza de la ira,
histéricas cuando la habitamos.
Resulto incómoda porque no me da miedo
ni me avergüenza mi propia ira.
Una mujer iracunda, sí,
que no es resultado del amor con el que el mundo
trata a las mujeres, señores,
ni el resultado de la justicia que puebla el planeta
ni el de la empatía de los hombres
que amenazan sistemáticamente
mediante la violencia del poder,
del privilegio y del billete.
Tal vez, amiga, también soy incómoda para ti
porque mi rabia interpela a la tuya,
silenciada bajo el ruido del lavaplatos
o la aspiradora,
esposada a un contrato precario,
asfixiada bajo la sonrisa complaciente
con la que se disfraza un miedo
que todas conocemos.
Soy una mujer cabreada
porque desde hace 5 años
vivo por debajo del umbral de la pobreza,
explotada y consumida por un sistema neoliberal
que me pisotea mientras me dice que es mi culpa
porque no me esfuerzo lo suficiente
y que todo se arreglará cuando me levante
a las 5 de la mañana, encuentre a mi persona vitamina
y me disocie repitiendo como un puto loro que todo me va bien
mientras cuento los euros para ver si esta semana
puedo permitirme o no ir al cine.
Soy una mujer cabreada porque sufro acoso
desde hace por lo menos ocho años
y la justicia no me escucha
porque hasta que no te apuñalan
no tienes pruebas
y tu testimonio, tus heridas internas y tu dolor
valen menos que nada.
Una mujer cabreada porque
quienes se decían mis amigos
prefieren pensar que estoy paranoica
antes que afrontar mi cruel,
solitaria y cruda realidad.
Y como yo cientos, miles y millones de mujeres
en todo el mundo.
Así que si mi rabia te incomoda,
si no quieres escuchar el grito
ni el golpe en la mesa
lamento decirte que te vas a tener que ir acostumbrando.
Porque hasta que no haya justicia,
no tendréis paz
y muy a mi pesar, te lo aseguro,
me parece que todavía tenemos
guerra para rato.
Mi voz ahora te incomoda
pero va a darte miedo.
Rocío de Rolanda
* La foto corresponde a la escultura de Medea de William Wetmore Story, Metropolitan Museum of Art, New-York, USA, 1865-1868.

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